La vid vive un año digno de telenovela: brota con timidez en primavera, se viste de flores discretas, engorda uvas bajo el sol de verano y, al final, entrega su fruto para gloria del enólogo. Luego, agotada, descansa en invierno.
En estas páginas exploraremos, con lupa y copa en mano, cada una de sus fases.